martes, 28 de mayo de 2013

Alfred Sisley.




   Os presento a uno de los mejores paisajistas del movimiento impresionista. 





Un poco de poesía. José Hierro.




   Para cambiar un poco de tercio he decidido hacer una pequeña entrada sobre poesía de la que, he de admitirlo, soy una fan número uno.
   Aquí os dejo un poema de José Hierro, perteneciente a la generación de la posguerra, la llamada poesía desarraigada o existencialista. Aunque su poema más conocido es Quinta del 42, he querido ser un poco más original y publicar este gran poema del que irradian sentimientos contradictorios. Pero, como siempre, lo importante es la visión subjetiva ( o lectura, mejor dicho) que cada uno tengamos- en nuestras propias circunstancias a la hora de leer el poema.

Y, sin más palabras, os dejo disfrutarlo.


   Respuesta.

Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras. 

Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte, 

Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible, 
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte. 

Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma. 
Yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.
Criatura también de alegría quisiera que fueras, 
Criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte. 

Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas

y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil, 
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros, 
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...

Si ahora yo te dijera 
que es tu vida esa roca en que rompe la ola, 
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste, 
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha, 
aquel niño que azota la mar con su mano inocente...

Si yo te dijera estas cosas, amigo, 

¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente, 
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna, 
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?

Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras

Como tú me entendieses.